Si Andalucía pasa por ser la luz de España, que yo creo que si lo es, de ese podríamos decir perfectamente que es un logotipo tecnológico calentado, o dorado, por la luz del sol.

El argumento del logotipo de una institución universitaria que para abreviar llaman «unia», es el zoom fotográfico que amplia un fragmento de una leyenda demasiado larga, proyectando al mundo el acróstico por el que la llaman habitualmente, como hacemos con la «uni» o la «peli» o la «bici» o la «pelu». 

Un zoom practicado sobre letras de imprenta supone la ventaja funcional de que, si bien se puede ampliar hasta el infinito sin ningún problema, también puede reducirse a tamaños invisibles o casi, allí donde una letra de imprenta sigue siendo una letra de imprenta y en cambio la silueta de un elefante, pongamos por caso, ya no es más que una mancha y no se sabe bien qué es.

Por otro lado, el negro del acróstico, racional y helvético, se ha querido complementar con el duende de la tierra sevillana, pintando la leyenda con los colores de las naranjas y limones que García Lorca universalizó con aquel arte suyo tan penetrante como el olor del jazmín (que los toreros y los gitanos todavía no sé si siguen lanzando, haciendo la estatua, Guadalquivir abajo). 

Ciertamente, aquel que me escuche pensará que yo con el diseño hago literatura. Pues sepan que ahora he escrito un libro, con la literatura y el diseño. Y un segundo, con solo literatura, sin diseño. Pero aquel que no me escuche no lo ve todo eso, porque el diseño que a la postre resulta creo que no lo pone de manifiesto: es explícito y convincente. Por lo menos lo sería, unánimemente, para los miembros del jurado que tuvo que decidir, en el concurso restringido que convocaron, cual era el proyecto ganador. Y mira por donde, resultó ser el mío, es decir, éste.