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Logotipo para el enlace matrimonial de
la Infanta Cristina con Iñaki Urdangarín
Ayuntamiento de Barcelona, 1997

A la vista de la caída vertiginosa en la consideración pública ante la poca talla moral de ambos contrayentes, el logotipo diseñado para engalanar la boda real que la Casa Real desechó no se sabe porque, considerando que no era bueno que los nombres se exhibieran por las calles de la ciudad con la profusión estimada, al diseñador le sigue pareciendo una solución gráfica y conceptual excelente. Y podría decirse premonitoria, puesto que siguen juntos, enlazados por la felicidad y la tristeza, la riqueza y la pobreza, la salud y la enfermedad, como mandan los cánones de la Iglesia.
Era un reto por todo lo alto, puesto que aquel día 4 de octubre de 1997 las expectativas más moderadas estimaban que lo verían mil quinientos millones de espectadores. Merecía la pena hacer algo con fuerza y elegancia, así que tomé la bodoni, por ser la expresión de la aristocracia tipográfica por su estilo depurado, pero al mismo tiempo porque un antepasado de la novia, Carlos III, compró en Parma un juego de matrices para dotar a la Imprenta Nacional que acababa de fundar de un tipo de imprenta noble y distinguido donde los hubiera.
Tomando como punto central del diseño la simetría que producen las tres últimas letras del nombre Cristina y las tres primeras de Iñaki, conseguía construir un grafismo tipográfico con una secuencia de letras característica (así se define al logotipo) y gracias a su meticulosa superposición se enlazaban simbólica y metafóricamente en una unión como la que forman las alianzas matrimoniales.
Parecía una fórmula ideal para anunciar la boda en las calles de Barcelona. Los colores azul náutico y el rojo y gualda de la bandera española pintaba un territorio cálidamente mediterráneo, como el de una Ciudad Condal en paz y libertad. Pero a pesar de la unanimidad que el proyectó logró entre el diseñador, el arquitecto responsable de engalanar el trayecto, el regidor municipal y cuantos participaron en consultas y reuniones, incluido el representante de palacio, la Casa Real consideró "inapropiado que los nombres de los contrayentes se expusieran al mundo a tan gran escala y con tanta profusión".
Visto lo visto, me temo que lo único que continua digno de todo aquel asunto es el logotipo. Y que sea por muchos años.