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Cubierta de la colección Austral
Editorial Espasa Calpe
Madrid, 1984

El encargo de rediseñar la Colección Austral cuenta entre los más emocionantes de mi vida profesional. Sobre todo por su valor simbólico, en tanto que icono de la cultura creado en un tiempo fecundo para el diseño español de vanguardia como fue el de la década republicana, interrumpida que fue a cañonazo limpio.
El encargo de replantear tan emblemática imagen enraizada en la memoria popular a lo largo de la difusión de 1.650 títulos cubría todos los ámbitos de la lectura convencional: los clásicos (serie gris), el ensayo y la filosofía (serie verde), el teatro y la poesía (serie violeta), las novelas y los cuentos (serie azul), las biografías y las vidas novelescas (serie anaranjada), así como los viajes y los reportajes (serie negra).
Era una colección histórica y popular de libros de bolsillo económica y con un diseño sencillo. Siguiendo la línea de la primera y exitosa Penguin, el marco con la trama ampliada cambiaba de color en cada serie temática, dando personalidad al producto. Traté de mejorarlo sin cambiar apenas nada, y creo poder decir que sorteamos las dificultades intrínsecas con una muy visible transformación de raiz democrática, a tenor con la época: restituimos sus valores potenciales refinando la selección y composición de la tipografía (combinando las dos fuentes que usaban: futura en cubierta y garamond en el interior), reforzando la mancha cromática del marco tramado (con un campo de color por debajo, de la gama de la serie respectiva pero más tenue) y finalmente protegiendo las cubiertas impresas con un glasofonado mate que, al tiempo que aseguraba una larga vida proporcionaba un acabado sofisticado a una colección de libros de bolsillo modesta por imperativos mercantiles estructurales.
Con muy poco se pudo hacer bastante, y el premio fue que años después de la operación estética supe que el autor anónimo fue nada menos que Attilio Rossi, uno de los diseñadores gráficos italianos más interesantes del periodo de entreguerras que emigró, durante el nazismo, a Argentina. De momento, Lluis Permanyer lo confirmó públicamente así en las páginas de La Vanguardia del día 4 de junio de 1985: «Introduce la modernidad, aunque con un respeto tan acertado como merecido hacia un pasado tan relevante. El paisaje austral, pues, seguirá enriqueciéndose, aunque advertiremos en seguida algunos cambios plásticos dictados por la sensibilidad».