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Logotipo de una
asociación cultural
Barcelona, 2004

Las letras nos hablan desde sus formas, y no hay que hacer más que escucharlas para obtener un logotipo medianamente explícito y original. Una circunstancia como la que se produce en este caso, donde las dos palabras que constituyen el nombre empiezan por una letra correlativa en su orden alfabético, tratándose además de las primeras (A y B), dejando el logo medio hecho. propiamente antes de empezar.
Ahora bien, para hacerlo tal como pertoca, luego de la A y la B podía seguir el resto, justamente para hacer notar la circunstancia feliz de empezar como empieza el nombre del Ateneo.
Difícilmente se podría empezar mejor, y como sea que la gente es perezosa visualmente, los diseñadores nos esforzamos por hacer evidente lo que es y lo que no es.
Ciertamente, el Ateneo Barcelonés sólo tiene razón de ser asociado a la cultura: escrita, hablada, escuchada, pintada, esculpida o construida. Y ¿qué forma hay más representativa de la cultura en nuestra civilización que el alfabeto? He aquí, pues, el principal argumento.
Sin duda podría enfocarse de otro modo, y tendría una lógica igualmente respetable. Por ejemplo, en el panel del vestíbulo de la sala de actos Oriol Bohigas de la institución, que tuve el honor de diseñar hace poco, figura la lista de todas las juntas directivas de la entidad, en su larga historia de más de cien años. Pues bien, muy probablemente encontraríamos apellidos que empiecen con todas las letras necesarias para componer un alfabeto completo que evocase esta circunstancia.
Claro está que puestos a divagar, también podríamos hacerlo obviando el escudo en forma de tampón burocrático y sellador que huele a los tiempos más antiguos de la entidad, en el siglo XIX, más propenso a carabineros y mataderos municipales que a un Ateneo Barcelonés activo y moderno como no lo había sido en sus tiempos llamemos mutualistas.